Las mimosas tienen un tiempo de floración muy corto, de mediados de enero a principios de marzo, lo que al final entre unas cosas y otras se queda en un mes. Si no tienes una mimosa cerca es fácil que te lo pierdas y que de ese estallido de color en pleno invierno no te llegue ni un rayo.
Nos hemos familiarizado con las temporadas de las frutas y las verduras. Nos ilusionamos cuando comienza a haber fresas en el mercado o cuando intuimos que ya van olernos las manos a mandarina y aun así, aun sabiendo que no todas las frutas se dan todo el año cada vez las temporadas duran más, la fruta hace viajes más largos y nos acostumbramos a lo extraordinario.
La mimosa nos recuerda que el tiempo pasa, que aún hay cosas efímeras sobre las que el sistema más feroz no ha puesto sus manos, porque podemos comprar un ramo de mimosas, si, pero no podremos comprarlo dentro de dos meses. El tiempo de disfrutarla es ahora y quizá ni eso, quizá el árbol que tengas cerca ya esté terminando su floración ¡pero corre por si estás a tiempo de admirarla sin prisa! En menos de un mes llegará la primavera, eso seguro, pero recuerda que ninguna flor dura un año entero, paciencia.

Todo el día de hoy es un regalo ¡29 de febrero! ojalá puedas hacer al menos una cosa que lo haga memorable.