Comienzo la entrada haciendo una breve reflexión acerca de los “colectivos”, esta palabra es como poco curiosa, los colectivos, que parece que son una única cosa, un embrollo sin definición, hablamos del colectivo de mujeres victimas de violencia de género, del colectivo de inmigrantes, del colectivo rural o del colectivo de “los sin techo”…y es cómodo porque ese termino carece de emoción, de biografía, de realidad…es una amalgama que no nos mueve a nada porque no habla mas que de algo global y lo global nos queda grande, nos adormila, parece que en lo global no podemos actuar. La globalización es un buen invento para excusarnos de nuestra responsabilidad, “eso…es cosa de los estados, de la política, de otro…”.
El colectivo que parece que nos informa de algo…pero que en realidad no nos toca en absoluto. Pero a la que te acercas a mirar ese embrollo, a ese garabato indefinido descubres que está formado por causas que lo provocan y de ahí a personas con nombre propio, con historias reales que constituyen biografías y luchas vitales de seres humanos como tu y como yo, y entonces comprendes que el embrollo se ha convertido en un tema de justicia social que tiene forma de ser humano.
Por que no es lo mismo hablar del colectivo MENA (menores inmigrantes no acompañados) que hablar de Isshane, de Fátima, de Manal, de Richad, de Amine, de Munir…y que te cuenten como han llegado a España y que supone ser huérfano en territorio hostil.
No tiene nada que ver opinar sobre violencia de género que oír el día a día de Thalia, hija de una mujer maltratada que deja sus estudios para ocuparse de su casa con 17 años, nada es igual cuando sabes de lo vivido por Laila que llego huyendo de su marido y cruzo la frontera de forma ilegal para salvar a sus hijos de un futuro lleno de gritos y palizas.
Es distinto oír en el telediario saber que el colectivo de los sin techo ha aumentado en las calles de Madrid, a sentarte a hablar con Rafael, sorprendente de que parece una persona “normal”, preguntarte como ha acabado durmiendo en un cartón día tras día y experimentar ratos de café y acera compartida con él…que resulta ser solo un ser humano como tu…sin mas. Con nombre propio.
Y entonces comprendes que hay que educar este abrir de ojos, este gesto diario de acercarse a los embrollos que nos venden en palabras globales para que no hagamos nada y vivamos, sintamos y tomemos opciones vitales, personales, políticas…cotidianas alejadas de la realidad. Quizás entre las alternativas para reaccionar sea preciso incluir la necesidad imperiosa de educarnos en poner rostro a estas realidades que enmascaradas en colectivos han conseguido adormilarnos.
Cruz Roja hace una lista de colectivos vulnerables en la que incluye los siguientes:
- Personas mayores
- Discapacitados
- Refugiados
- Inmigrantes
- Afectados de SIDA
- Población reclusa
- Drogodependencias
- Reagrupación familiar
- Mujeres víctimas de violencias de género
- Mujeres en dificultad social Infancia y jóvenes en dificultades
- Personas sin hogar
Y señala entre los factores que aumentan esa vulnerabilidad, entre otros, los económicos, sociales, familiares, personales, de vivienda, de etnia, de inmigración….
Hay tantos factores y tantos motivos que sumados logran incluirte en un grupo que nunca elegirías, que asumes por un lado que te has librado por muy poco y por otro que no puedes por menos que entender que tienen al menos derecho a dejar de ser un colectivo para tener historia, fechas, rostro y un movimiento por sutil que sea por nuestra parte.
Lanzo la posibilidad de plantearnos en educación la necesidad de incluir a estos colectivos como contenido de los estándares de aprendizaje, como un aprendizaje competencial que esta de moda…para ser realmente competentes en empatía, en equidad y en reducir el tamaño de nuestros juicios y de nuestros estereotipos. Además de ello para formar ciudadanos comprometidos con el cambio y la justicia social.
Una buena metodología para hacerlo dentro de los centros escolares es a través de metodologías de Aprendizaje-Servicio (ApS), en ellas los estudiantes aprenden y maduran mediante la participación en experiencias de servicio organizadas para adquirir conocimientos, siendo integradas en el currículum académico, a la vez que cubren necesidades sociales. El Aprendizaje Servicio sin dejar de ser un programa, es también una filosofía. Es decir, una manera de entender el crecimiento humano, una manera de explicar la creación de vínculos sociales y un camino para construir comunidades humanas más justas y con una mejor convivencia. (Puig, 2007).
Se trata de una forma de educación experiencial en la que los estudiantes se comprometen en actividades de ayuda a la comunidad al tiempo que facilita el aprendizaje de una asignatura y el desarrollo de competencias profesionales.
Es necesario distinguir esta metodología de lo que sería un voluntariado, el ApS supone trabajar los contenidos curriculares desde una perspectiva solidaria a nivel comunitario.
Y este es el enorme potencial que tiene, porque cuando tu estás dispuesto a incluir dentro de tu práctica docente una metodología concreta y evaluar ciertas estrategias de aprendizaje a través de una metodología como esta estás dando entidad y dignidad a esos contenidos de una manera que no se asume haciéndolo por otras vías.
No es lo mismo dedicar el tiempo que “te sobra” después de todas las obligaciones diarias a mejorar la vida de las personas sin hogar de tu comunidad que hacerlo dentro de tu horario escolar y dentro de tu boletín de notas para aprender lo que podrías haber aprendido de una manera teórica.
Os dejo dos enlaces donde podéis encontrar las bases de esta metodología, recursos y experiencias realizadas en distintos centros educativos:
http://www.eduforics.com/es/las-10-aprendizaje-servicio
https://es.slideshare.net/hispanego/30-ejemplos-de-aprendizaje-servicio